Rocío. Mirada, contacto y rezo.
Todo, junto a la Madre, se transforma. Su entorno es un mundo de sensaciones aparentemente
incontrolado que te remueve las entrañas, que te permite girar el camino o afrontarlo
con más fuerza. Cuando Ella te mira te sientes mirado en el alma, atravesado
por el Amor, frágil, para luego sentirte pleno porque nadie puede llenar el
corazón del hombre como Ella lo llena. La Reina te da las fuerzas y te da la
convicción de que todo es posible. Rocío, inmensa y sobrecogedora. La Verdad y
nada más que la verdad de cada uno de sus hijos. Estar junto a Ella es un
privilegio que solo los privilegiados pueden enseñarte. Un instante en que el
tiempo se detiene para permitirte posarte sobre su semblante, despojado de todo
lo superfluo en el núcleo mismo de la existencia. Y allí, con mis amores, catorce
años después, rezarte, solo rezarte.
Fotografía de Julián Pérez. Hasta en las casualidades, está Ella. El mejor, para el mejor instante. Aunque allí las casualidades no existen, amigo.
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